domingo, 4 de septiembre de 2016

Persecución (final)

por Gonzalo andRés 

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"Luna llena (de inspiración) Intento #7" por Gonzalo andRés se distribuye bajo una
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Kilómetros lejos de su punto de partida, el panorama lucía distinto. El ruido rompía con la tranquilidad de la noche. Y a medida que se acercaba al norte, la avenida se llenaba de transeúntes. Por ejemplo, de la "fuente de ruido" -un bar cuya puerta estaba pobremente iluminada-, salían a borbotones jovencitos.
- Yo estoy en camino. ¿A qué hora llegas tú? ¿Demoras todavía? Necesito verte.
Puedo preparar algo apetitoso para cenar -dijo con picardía.
 Cruzó la avenida, flores en mano, y notó algo extraño después de atravesarla.
- Aguarda.
No se, pero siento como si alguien me estuviera siguiendo.
No, no cuelgues. Estoy distraído por esto nada más.
Bueno, sí. Tengo noticias.
Ya se que no debo.
Espera. Parece que en serio me están siguiendo.
No tengo idea.
Dejó de hablar pero sin despegar el teléfono y se detuvo junto a un monumento. Primero, con la prisa que acompaña toda paranoia, después con disimulada discreción, atinó a regresar la mirada. Aparentemente, nadie lo seguía. Volteó para seguir caminando y escuchó alguien muy cerca diciendo...
- ¿Camote?
¿Qué? No. Eso decían.
Voy a colgar.
¿Para qué? Mejor espera a que llegue, y te cuento de qué va todo esto.
Estoy entrando a la estación, chao.

Luego de embarcar en el primer autobús que pudo, parecía sentirse a salvo. Apenas minutos después, escuchó de nuevo esa voz. A empujones, el sujeto consiguió alejarse hasta la puerta más anterior para bajarse tan pronto como pudo. Con él, bajaron varias personas más, quienes parecían caminar en la misma dirección.

Sin motivo aparente, decidió bajar también, pero al salir de la estación, tropezó, cayó al suelo y su brazo derecho sufrió por las flores. Se incorporó enseguida y, aún distraído, continuó caminando. Sintió dolor de inmediato e hizo contacto visual con el sujeto. Calvo, quizá veinteañero y con atuendo formal negro.

Para esquivarlo, entro a comprar en una tienda de abarrotes. En un barrio que no conocía, saludó confiado a la persona del mostrador diciendo:
- ¡Hola "veci"! ¿Me da un cigarrillo blanco?
- Buenas noches. No ha venido.
En eso, el tipo calvo caminó a paso acelerado frente a la tienda. El tendero apenas alcanzó a saludarlo, mientras timbraba el teléfono dentro de la empolvada chaqueta del muchacho:
- Don Dávila, ¡buenas nooooooches!
- Aló.
En Boyacá.
Creo que subí al bus equivocado.
¿Qué? No, no, no.
Miró a las flores y, con un suspiro de desaliento, salió de la tienda y continuó:
-  Claro que te quiero ver. ¿Ya llegaste?
No, para nada. En una hora llego.
Está bien. Chao.
Colgó para notar poco después que su reloj tenía quebrado el cristal y, que había un pequeño rastro de sangre en su antebrazo atravesando la tela de la camisa. En sentido contrario a la travesía, empezó -otra vez- a paso acelerado su regreso a casa.

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