La puerta

por Gonzalo andRés

Para mis amigos.
Feliz Día del Amigo.

Tenía apuro de salir, por lo que dejó la mitad del café que se sirvió en su taza. No amanece todavía, pero debe pronto dirigirse a tomar el primer autobús. Perderlo significaría llegar tarde a la ciudad pues, como normalmente sucede, el alto tráfico llega con el amanecer. El asiento está frío, tiene dificultad para tomar una siesta. Una vez en la estación, debe caminar algunas cuadras para completar su viaje. Una calle desolada le da la bienvenida. Con la impresión de un largo trayecto, anda a paso tranquilo mientras se acerca a su lugar de trabajo.

Es la primera persona en llegar, pero lo hace tan temprano, que no puede entrar ya que es otro el encargado de la llave. Minutos después, aparecen algunos compañeros más; y, por lo menos media hora después, arriba quien abre la puerta todos los días. Un saludo general, y todos ingresan para iniciar sus labores. Entonces, el individuo de la llave se aproxima a cada uno para saludarlo, y hacer las mismas preguntas de todos los días: ¿Cómo se encuentra? ¿Amaneció Usted bien? ¿Le parece agradable el clima?

Ella, la primera en llegar, luce radiante. Pese a la espera, no muestra gesto alguno de cansancio. Él se acerca. Una sonrisa antecede la pregunta: ¿Esperó Usted mucho? Devuelve media sonrisa fingida. No dice palabra y mueve la cabeza, como apuntando hacia otra mujer. Enseguida, en susurro le contesta: Luce Usted tan bien como siempre. Se acerca la ‘otra mujer’, y con un tibio “Buen día”, lleva de la mano al hombre que abre las puertas en las mañanas, hacia su oficina. Es la rutina de todos los días…

Hoy, terminada la jornada, y cuando la ‘otra mujer’ abandonó el lugar, el sujeto que tiene la llave se acercó a Lidia (ése es su nombre):
-No.
-¿Qué le sucede?- preguntó él cautelosamente.
-Me sucede que Usted siempre viene acompañado.

Tomó sus cosas y se fue. Después de un minuto de silencio, apagué las luces, y cerré la puerta.

Hice esto, porque el encargado de la llave soy yo.