lunes, 20 de julio de 2015

Vía Sur

por Gonzalo andRés
Mañana. A las nueve, visita de proveedores. Más tarde, reunión con los directores para presentar el plan de compras. Tres treinta, llamada con la oficina matriz. Pero antes, arreglar las cuentas por cobrar. Castigos de cartera. Créditos solicitados. Dieciocho. Son dieciocho. ¿O eran diecinueve? Mañana lo arreglo. 
- ¡Hasta mañana, colega!
- ¡Hasta mañana!
Es hora de convocar el comité. ¿Dónde están esos apuntes? Prometo haberlos guardado. ¡Se me va el autobús! Pero, ¿dónde está mi dinero? 1500 pesos. Cien, doscientos, trescientos, ochocientos, mil trescientos, mil cuatrocientos.
- ¡Mil quinientos!
- Sí, señor. Son mil quinientos.
Debo dejar de pensar en la oficina cuando salgo de allí. Cansancio. Solo puedo pensar en cansancio. Y el viaje de dos horas hasta casa.  
El autobús se detuvo en la parada del Conservatorio. Las puertas cerraron detrás de una alta mujer que vestía prendas holgadas y subía los escalones lentamente. Su lacio cabello negro la cubría casi por completo y dejaba ver apenas una parte de su rostro. Tomó asiento frente al sujeto que gritó el valor del boleto al subir, y sin levantar la mirada sacó de su bolso un gran cuaderno. Recogió sus piernas para apoyarlo, y luego de abrirlo empezó a cantar. Al principio, tarareó algunas notas.

Un coche en esta ciudad no sirve. Hay demasiados. No tendría la chance de dormir como ahora. Pero ¡cómo se puede dormir en estos rígidos asientos y con la radio a todo volumen. Es un martirio tener que escuchar esto. ¡Lo tengo! Una moto. La motocicleta va entre los autos igual o más veloz. ¿Qué es ese ruido? ¿De dónde viene?

Vinieron unas vocales y luego susurros y sílabas sin sentido. Todas en melodía. Su voz adquiría más fuerza cada vez, pero el único que parecía atento a los sonidos era el preocupado hombre. El conductor mantuvo el radio al más alto volumen posible con pauta comercial y tecnocumbia sonando. El hombre escuchaba boquiabierto lo que dentro de muy poco se convirtió en un concierto a capella. Y se escuchó más claramente...

- (...) Do they deserve
To die for believing something else?

For having a face someone can’t stand (...)

A medida que cantaba de manera más apasionada, sus movimientos dejaban ver más de su rostro. No traía maquillaje. Unos ojos color marrón y de largas pestañas acompañaban delicados rasgos de su mentón y pómulos poco prominentes. El individuo, casi como una estatua, observaba a la joven mujer y sus cánticos. Aunque estaban frente a frente, no cruzaban mirada pues el cuaderno capturaba toda la atención de la muchacha. Duró varios minutos esta contemplación hasta que el sujeto recordó en silencio... 
¡Mi parada!
- ¡Conductor! ¡Deténgase!

Han pasado dos semanas desde aquel episodio. Los temas de trabajo ahora atormentan poco a este hombre. Sin embargo, no atina hacer otra cosa que no sea recordar lo que sucedió en aquel autobús mirando al atardecer cuando llega a casa.

Julio
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