miércoles, 4 de julio de 2012

El color de la jaqueca (1)

por Gonzalo andRés

Azul celeste.

El salón estaba vacío. Inusualmente llegaste temprano, justo después, y elegiste el asiento de siempre. Te observé mientras hojeabas un libro hasta que levantaste la mirada. A modo de saludo, moviste la cabeza como preguntando ¿Qué tal? Respondí con el mismo gesto. Este mínimo intercambio se vio interrumpido por la maestra, que con una entrada apresurada empezó la clase.

No pasó una hora para notar que tu atención estaba algo dispersa. A momentos, buenas ideas reflejaban tus palabras, pero luego quedabas en silencio cuando ponían una fácil pregunta delante tuyo. Finalmente, lo único que podíamos ver (todos, porque fue notorio para todos) eran lo desorbitados que estaban tus ojos y una inestable posición de tu cabeza. Pero, para los demás, el tema del día era más interesante que averiguar qué sucedía contigo.

"Chalkboard" © 2007 by acordova used under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-ShareAlike license.

De pronto, te pusiste de pie y diste un par de pasos pausados. Ante la pregunta de la maestra, no pudiste articular palabra alguna. Caminaste hacia la puerta mientras un par de compañeros se veían entre sí tratando de explicarse la situación. Ni bien abandonaste el salón, dejé mi lugar para seguirte. El rostro complaciente de la maestra seguía mi carrera, pues corrí detrás de ti. Al final del pasillo, pude verte dentro del elevador que cerraba sus puertas. De inmediato, y sin meditarlo mucho, tomé las escaleras para adelantarme y llegué antes a la planta baja.

Fui de frente a encontrar tus pasos a la salida del ascensor. Con firmeza te acercaste hacia mí, y tus brazos tomaron los míos para llevarme hacia un costado; todo esto, sin dejar de caminar. Por vez primera en el día, empecé a pensar en todo lo que estaba pasando y haciendo, y una confusión inundó mis pensamientos. Entonces, volteé hacia donde ibas: la banca de piedra que está junto a la fuente. Vi cómo te recostaste en ella con severa dificultad hasta yacer boca arriba y desmayar.

Ésa es la razón por la cual estamos en la clínica. Y no me explico por qué no recuerdas algo de lo que hiciste durante la mañana. ¿Cómo despertaste? ¿Cómo saliste de tu casa? ¿Tomaste autobús o viniste en bicicleta? ¿Cómo fue que llegaste al aula?

Lamento el interrogatorio. Es mejor que descanses ahora.

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